martes, 29 de marzo de 2016

¡JODIDOS MOSQUITOS!, Carlos I de España (y V de Alemania) cuando departía con su relojero e ingeniero, Juanelo Turriano, en una terraza de los jardines del monasterio de Yuste, una tarde cualquiera del verano de 1.558.

Carlos I de España y V de Alemania
En realidad, a lo largo de su inquieta vida, durante la que hizo multitud de grandes viajes por todo su imperio, excepto a las américas, Carlos I de España (y V de Alemania, donde al parecer siempre han ido un poco por delante nuestra) hizo muchos admiradores y también enemigos, pero todos le respetaron profundamente.

Sin embargo, Higia, la diosa de la salud no estaba entre sus admiradores, precisamente. Ni a él le importaba demasiado, según el plan de vida que se marcaba para tener todo su enorme imperio controlado. Y así le iba con todas sus dolencias y achaques como la gota, que intentaba mitigarla comiendo abundantemente y bebiendo mucha cerveza para "olvidarla“.

Cansado de su azarosa vida, decidió abdicar en su hijo Felipe II e irse ‘‘con viento fresco“ a la zona extremeña de Yuste, próxima a los Picos de Europa, aunque eso del “viento fresco“ parece que no fué muy acertado debido a las calores que rondaban por la zona y que, de alguna manera, algo tuvieron que ver con su final.

Seguramente fueron muchos aciertos la mayoría de sus decisiones a lo largo de si vida, para mantener el poder de forma ordenada pero desde su abdicación, quizás tomó las decisiones más equivocadas de su vida.

Así, una clurosa tarde de verano, en el destino elegido para su descanso, y en una terraza orientada hacia el sur, con vistas a la huerta de los Jerónimos, con el telón de fondo de los estanques construidos para él por su relojero e ingeniero, Juanelo Turriano, con quién compartía esos instante, pensaba en todas esas decisiones que había tomado en los últimos meses para acabar descansando placidamente en éste retiro de Cuacos de Yuste, cuando se le atravesaba otro rápido pensamiento: ¡JODIDOS MOSQUITOS! mientras se atizaba un manotazo en el cuello donde acababa de posarse uno de estos insectos.

Así que si estaba contento con su decisión de abdicar, e irse a la zona extremeña de La Vera, elegida para su descanso definitivo, seguro que no se le pasó por la cabeza que la culpa de su muerte la tendrían una serie de circunstancias que se encadenaron por el azar de la historia.

Juanelo Turriani
Las circunstancias fueron estas: Carlos I de España (y con cierta ventaja V de Alemania), siguiendo los consejos del noble palentino Luis Ávila y Zúñiga, tomó la decisión de trasladarse a Cuacos de Yuste en la zona de La Vera de Extremadura, para disfrutar del suave clima de la zona.

También tomará la decisión de llevarse con él a su relojero de confianza, Juanelo Turriano, que para aliviar los calores del verano extremeño no se le ocurrió otra cosa que diseñar unos estanques que refrescaran el ambiente, para mitigar la sensación de “asarse de calor“, como decía su mayordomo, Luís Quijada, y que naturalmente resultaron ser unos excelentes caldos de cultivo para las nubes de mosquitos que proliferaron, ampliando el área de cobertura del mal más endémico de la zona, que resultó ser el paludismo, también conocido como malaria, y de esta guisa resultase lo más normal del mundo que el César, como también se llamaba a Carlos I de España (y V de Alemania, un poco más adelantados), que pensase durante la calurosa tarde de Julio de 1.558: ¡JODIDOS MOSQUITOS!
y es que aún no se sabia que el mosquito sólo era el portador de otro actor de esta obra, un parásito microscópico llamado Plasmodium, culpable de la malaria.

En fin, todas estas decisiones, un tanto equivocadas, pero que al final proporcionaron al tal Plasmodiun hacerse con el éxito de llevarse por delante al mismísimo César, Carlos I de España (y V de Alemania por tener la costumbre de anticiparse) unas semanas más tarde, concretamente el 21 de Septiembre a las 2 de la madrugada (más o menos).

Todo un César finalmente vencido por un humilde parásito de un anónimo mosquito, natural de un pueblecito de extremadura.

Mientras meditaba sobre este pensamiento, escuchaba a ZZTop.

No hay comentarios:

Publicar un comentario