Mientras René Magritte observaba el
cuadro “La canción de Amor”, de Giorgio de Chirico, una mañana
de la primavera de 1922, y veía en el mismo una inquietante
expresión retorcida por el olor de un elemento discordante que
navegaba junto al expresivo rostro del dios griego Apolo sobre el
fondo próximo, colgado de un alfiler, y todo sobre un espacio
horizontal que recogía estáticamente la superficie tridimensional
esférica contenedor de todo el humanismo de la obra pictórica y en
esos momentos pensaba:
“¡Oh!”
“Hay más
misterio en la sombra de un hombre caminando en un día soleado, que
en todas las religiones del mundo”
Para Magritte no le cabía más
pensamiento que el inigualable, incomnensurable, insuperable,
inmejorable, impar, único, perfecto, óptimo, excelente, magnífico,
genial y expresivo
“¡Oh!”
para expresar sus sensaciones internas.
Tras la visión de este cuadro de de
Chirico, Magritte sólo veía lo que veía y lo que veía podría ser
cualquier cosa imaginada, ya que en la realidad pictórica, como
ejemplo, cuando pintas una “Pipa” en realidad, esa “Pipa” ha
dejado de ser una “Pipa” pues ya no admite tabaco en su interior
ni se puede aspirar ni se puede sujetar con la mano, ni sacudirla, ni
guardar en el bolsillo de la chaqueta para después sacarla ante la
incertidumbre de los espectadores... que es para lo que sirve, y por
tanto el título más adecuado del cuadro sería “Ceci n'est pas
une pipe” (o esto no es una pipa) como indica el rótulo bajo la
pipa incluido en el cuadro que, obviamente ya no sería un rótulo
sino una expresión literaria pintada... y sólo queda pensar si en
realidad un cuadro o no o la imaginación traspuesta de su
maravilloso autor.
Mientras redactaba este post escuchaba a LP - Lost On You:
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