Pio Cid, aunque personaje de ficción creado por Angel
Ganivet para algunas de sus novelas, nació en alguna ciudad andaluza, igual que
Angel Ganivet, y jugó con sus compañeros de la infancia por las calles de los
barrios de la Granada más tradicional, lo que le llevó a enriquecer su
vocabulario, probablemente, con una extensa terminología “granaína” que, seguramente, su creador no llegó a
utilizar en su vida cotidiana para evitar ser tachado de vulgar o localista,
pero que, sin duda alguna, remoloneaban por su cabeza en multitud de ocasiones
debido a esa impronta que dan las costumbres y herencias de la infancia.
Así, que podríamos imaginarnos la situación en la que Pio
Cid tuvo ese desgraciado accidente en el que algún amigo o colega de la calle
le lanzara la piedra con tal desatino que le causase los trastornos siguientes
que casi se llevan por delante su vida (aunque fuese de ficción). Tal suceso se
podría haber narrado de la siguiente forma (nada que ver con el lenguaje que el
autor de su personaje utilizara a lo largo de su corta vida o utilizase para
construir sus escritos o novelas que tanta fama le dieron a lo largo de los
años como precursor de la generación del 98):
Pio Cid, de niño, jugaba con
asiduidad con sus vecinos en el barrio del Realejo, en Granada. Por eso se
consideraba un greñúo más. Todas las tardes
acudía a la placeta que había cerca de su casa y junto con sus amigos jugaba asiduamente
a las bolas y conticoneso siempre se quedaban a
una chispilla de encartá
la canica con el buhero, tirados en el suelo e
impregnándose de su esencia por todas partes de su ropa para que al llegar a
casa su madre le gritara con indignación:
-
Pero Pio, ¡no ves como tas
puesto el saquito!
-
Mama… ¡píllame!
Y Pio volvía a escaparse por la puerta de la casa para una nueva y traviesa aventura por el barrio con sus colegas. En una de estas salidas, una tarde, discutiendo con uno de los ezpeluznaos de una calle cercana, con los que había cierta competencia, el juego se puso un poco duro y la discusión entre los chaveas llegó un poco más lejos:
-
¡Pio!, ¡Ven acapacá
si tienes lo que hay que tener!
Le gritaba otro niño al que le debía unas pelas desde hacía tempo.
-
La vin compae, anda
ya y vete al hiñaero que tienes cara de ennortao.
-
¡Dímelo a la cara si tienes güevos que te voy a aviah!
-
¡Tah aviao so apollardao!.
-
¡Huyyyy, que repelú
me das!
-
¡Me voy a casa que tinmallao!
Y en esto, una piedra salió de alguna esquina dando a parar en
la cabeza de Pio que lo dejó en el suelo ehnoclao.
No obstante, y al margen de la tensión del momento, los gamberros huyeron rápidamente mientras los amigos se acercaron a ver cómo se encontraba observando que estaba más pallá que pacá y con el recomello que les reconcomía, avisaron a su familia para que le atendieran lo antes posible.
La agresión resultó ser grave pues Pio no recuperó la memoria y durante muchos años se quedó con la duda de que le llevó a esa situación de su infancia.
Así podemos asignarle a Angel Ganivet la posibilidad de que, en su niñez, durante sus aventuras infantiles, pensase en multitud de ocasiones: “¡La vín compae!” y esto lo llevase toda su vida en su mente.
Nota: “La vin compae” en
granadino es una expresión de estupor que se dice (o piensa) en determinados
momentos y que viene a significar ¡Madre de Dios! o también, un más cercano,
¡La Virgen Santísima, compadre!
Más sobre el habla granaína
en este enlace de Amando de Miguel, que aunque era Sayago (originario de
Pereruela de Sayago, Zamora) también podría haber sido granaíno,
habida cuenta del trabajo que hizo sobre el habla de esta tierra y que se puede
consultar en este artículo:
El habla granaína.
En este artículo he visto interesante acompañarlo con algunas acuarelas mías de "Granada la Bella" como el libro de Angel Ganivet.
En este artículo he visto interesante acompañarlo con algunas acuarelas mías de "Granada la Bella" como el libro de Angel Ganivet.
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