lunes, 18 de noviembre de 2024

Amelia Earhart: “¡Las ratas por el suelo y las palomas sobre el cielo!”: esto lo pensó Amelia Earhart junto a su hermana menor un día cualquiera de 1910, en su casa de Kansas, mientras le disparaba con un rifle a una rata que vio aparecer bajo su casa y se paseaba por el jardín.

Amelia Earhart era bastante adelantada a su edad pues cuando aún era una niña ya cogía la escopeta de su padre para probar puntería contra cualquier cosa que se moviese a su alrededor. Además, si veía alguna rata, de las que se criaban por la zona de su casa, ya le daba pie para utilizar el arma que su padre no escondía adecuadamente en la casa. 

Un día cualquiera, de 1910, cuando aún sólo tenía 13 años y su hermana, Grace Muriel Earhart, alguno menos, mientras jugaban a la comba en el jardín de su casa, Amelia observó removerse las hierbas por debajo de la casa debido a algún animal que intentaba tomar un poco del aire de la calle.

No había que ser muy inteligente para pensar lo que aquel “bicho” podía ser pues las ratas abundaban de alguna manera por el barrio y, sin pensárselo dos veces, cogió el rifle que su padre guardaba en el almacén y disparó sobre eso que se agitaba, pensando “¡Las ratas por el suelo y las palomas sobre el cielo!” mientras su hermana, terriblemente asustada, se escondía detrás de ella.

Mientras, el roedor huía velozmente tras salvar milagrosamente su vida después del disparo fallido de Amelia y su hermana se levantaban del suelo limpiándose de tierra las faldas después de haber caído de espaldas debido al brutal retroceso de la escopeta.

Quizás parte del pensamiento anterior, “¡...las palomas sobre el cielo!”, le dio pie a planear su futuro como aviadora, que le daría tantos éxitos, a partir de los 20 años y durante el resto de su existencia, pues se suponía que las ratas no volaban pero las palomas sí.

Unos años más tarde, en 1920, durante un espectáculo aéreo en Long Beach, le vino a la memoria el pensamiento que tuvo de pequeña, cuando disparaba a las ratas y se enamoró de la posibilidad de volar como las palomas, pues hizo su primer vuelo con un corto paseo que le inspiró para toda su vida. Tanto es así que en 1921 se compró un biplano de color amarillo brillante llamado “The Yelow Peril” (“el peligro amarillo”) y el 22 de octubre de 1922 logró el récord mundial de altura en vuelo, alcanzando los 4267 m de altitud.

En 1932 realizó un vuelo transatlántico en solitario y sin escalas siendo la primer mujer en culminar esta aventura, pilotando un Lockheed Vega 5B, lo que le sirvió para recibir el merecido reconocimiento internacional. En realidad, salió un 20 de mayo desde Terranova y terminó en la costa de Gran Bretaña, donde llegó a un lugar no planificado unas 15 horas después de despegar de Estados Unidos. Al bajarse del avión se encontró a un lugareño al que le preguntó:

—¿Dónde estoy?

—En el pastizal de Gallegher. ¿Vienes de lejos?

—De Estados Unidos — respondió con simpleza Amelia mientras recordaba aquel pensamiento que tuvo junto a su hermana hacía ya algunos años mientras le disparaba a los roedores: “¡Las ratas por el suelo y las palomas sobre el cielo!”

Finalmente Amelia Earhart quedaría recordada hasta el fin de los tiempos como una “paloma voladora sobre el cielo” (de hecho un planeta menor lleva el nombre de Amelia Earhart) al no poder finalizar su última aventura, en 1937, con la que intentó circunvolar la tierra a la altura del ecuador, junto con el copiloto de Fred Noonan, desapareciendo ambos definitivamente tras haber hecho casi todo el vuelo previsto.

No cabe duda que Amelia Earhart seguro que tuvo que ser un poco “rata” durante su vida pues las costumbres de la época apartaban a las mujeres de muchas opciones por ser consideradas “masculinas”, aunque ella luchó para cumplir sus objetivos aún siendo mujer, por tanto quizás Amelia podría comparársele con una “rata” voladora. En muchos lugares, a las palomas se las nombra de hecho como “ratas” voladoras.

Amelia  Earhart quedó en el recuerdo de todos como una mujer excepcional por su forma de ser, su sonrisa y su voluntad para romper barreras.

domingo, 3 de diciembre de 2023

“¡Vaya tela!”: Orson Welles mientras entraba en la emisora CBS de radio, a las 7:00 PM, un domingo del 30 de octubre de 1938, en Halloween, cuando éste tenía 23 años, para narrar “la guerra de los mundos” por la radio.

 Un 30 de octubre, por la tarde, cuando Orson Welles entraba en la emisora de la CBS para preparar el programa de radio que tenía previsto para esa tarde, pensaba “¡Vaya tela!” mientras recordaba lo que había hablado con su compañero y guionista Howard E. Koch sobre el programa de esa tarde.

Llevaban varios días preparando una serie de narraciones que llamaban “Halloween” y pretendían animar la noche del mismo nombre con una adaptación de la novela “La guerra de los mundos” que H. G. Wells había escrito algunos años antes, en 1898. En realidad la idea era narrar, como si fuese real y “en directo”, la invasión de la tierra por unos marcianos, que aterrizaban en el pequeño pueblo de Grover's Mill perteneciente al municipio de West Windsor, en Nueva Jersey, pero Orson Welles pensaba que la historia iba a ser aburrida desde el principio. De ahí su pesimista pensamiento de “¡vaya tela!” pues llevaba varios días dándole vueltas a la cabeza, tras leerse la novela original, “La guerra de los mundos” de H. G. Wells, así como el guión previsto y no sabía como enfocar una historia tan absurda e increíble para que resultase interesante, realista y animada para sus seguidores de la radio.

Durante la preparación del programa, con los músicos de la banda "Ramón Raquello and his Orchestra" que iban a tocar una adaptación de la obra Stardust, desde el "Hotel Park Plaza" de Nueva York, supuestamente, comentaba acaloradamente el guion que había preparado junto a Howard E. Koch pues sólo veía situaciones absurdas que la gente no comprendería en absoluto como “observar las explosiones en el planeta Marte” o “ver ojos luminosos en un hoyo negro” o “llamaradas brotando de las naves y alcanzando a la población”…

¡Vaya tela!” volvía a pensar Welles mientras miraba a los ojos de Howard E. Koch intentando buscar algo de lógica y claridad en las anotaciones del guion. Y es que su imaginación iba más allá de la novela pensando que podría pasar si los humanos alcanzasen la luna, como en la novela “De la Tierra a la Luna”, de Julio Verne, publicada en 1865, o la novela “Los primeros hombres en la Luna” de H. G. Wells, escrita en 1901, y si esto fuese posible. ¿Qué se encontrarían allí los humanos? ¿llegarían con sus naves estratosféricas y al bajarse de las mismas se podrían encontrar una población de selenitas que observarían a los humanos con terror? Orson Welles se ponía en la piel de los selenitas para ver cómo se comportarían estos en dicha situación y comenzó a imaginar su narración al revés… pero esto no se podía narrar desde esa perspectiva en la radio por lo que Orson Welles centró su atención en el caso del ejemplo narrado por H. G. Wells en su novela, pensando que esa tarde sería una tarde aburrida, soporífera y tediosa… sin imaginarse el qué se le pasaría por la imaginación a los oyentes de su narración extremadamente personal…

A sí que a la hora prevista, Orson Welles cogió su guion, encendió el micrófono y, pensando “¡vaya tela!”, comenzó su narración:

Señoras y señores, buenas noches. Les presentamos el último boletín de Intercontinental Radio News. Desde Toronto, el profesor Morse de la Universidad de McGill informa que ha observado un total de tres explosiones del planeta Marte entre las 7:45 P.M. y las 9:20 P.M.”…



domingo, 15 de noviembre de 2020

"¡TOMA DEL FRASCO, CARRASCO!" Rossini, una noche de primavera de 1.860 en París, mientras le enseñaba a su invitado, Barbieri, su fantástica colección de violines... de Trevélez.

 Gioachino Rossini, el gran compositor italiano del Barbero de Sevilla, tenía 31 años cuando nació uno de sus más fieles seguidores, Francisco Asenjo Barbieri, madrileño, también compositor. Barbieri desde joven comenzó su fijación por la obra de su maestro lejano, Rossini.

El Rossini compositor dejó su extraordinaria actividad como compositor relativamente pronto, a pesar de su enorme éxito. Quizás le pudo más su afición a la comida como exquisito gourmet. Ese abandono de la mesa de las partituras por la mesa de los cubiertos, fue lo que quiso hacer cuando terminó su última opera, Guillermo Tell, en 1.829, con apenas 37 años.

Pero es que es conocido que Rossini sólo trabajaba por placer, antes y después de su etapa de compositor... como tiene que ser en esta vida y sólo lo consiguen los iluminados y... los masoquistas, y a partir de esa fecha, su fuente de placer e inspiración fue cambiando hacia los manjares pues los sensores gustativos y olfativos le proporcionaban más placer que la música (podría haber dicho que los sensores auditivos pero Beethoven demostró ampliamente que el sentido del oído no es esencial para la creación musical).



Pienso que hay un sexto sentido que desconocemos y que bien podría ser el de la imaginación (aquello que no existe pero que nos podemos inventar) y que todos tenemos aunque no lo utilicemos habitualmente.

En cualquier caso, y para esta etapa de su vida, Rossini supo alimentarse, tanto gastronómicamente (comida) como espiritualmente (bebidas espirituosas) mediante buenos contactos en el mundo que le permitían abastecerse de las mejores trufas, quesos, foie, carnes, embutidos, etc... y sabía saborearlas en todas sus formas. Eran famosas sus fiestas y banquetes. Una de las frases que se le asignan fue, entre otras: 

“comer, amar, cantar y digerir; estos son los cuatro actos que dirigen esta ópera bufa que es la vida”.


Al parecer Rossini sólo lloró dos veces en su vida: cuando murió su padre, la primera vez, y la segunda cuando se le cayó un pavo trufado al Lago di Como.

Muchos platos antiguos llevan el adjetivo de “Rossini”: el “tournedó Rossini”, el “paté de faisán trufado Rossini” o el “aliño Rossini” entre otros.

Volviendo a Barbieri, éste fue a París, en la primavera de 1.860, a visitar a Rossini en uno de sus viajes. En esa época, Rossini ya ni componía ni nada desde hacía mucho tiempo. Sólo se dedicaba a los placeres terrenales (el placer espiritual de la creación musical lo había apartado hacía tiempo).

Rossini invitó a comer a Barbieri y tras la cena Rossini se sentó al piano y se puso a tocar una de sus obras. 

Barbieri, cuya pasión era toda la obra de Rossini, le indicó:

- Maestro, esa obra no es así...

Rossini, sorprendido enormemente, le dejó libre el asiento y Barbieri tocó de forma exacta la obra que antes estaba intentando interpretar él.

Rossini le preguntó:

- ¿Cómo se conoce usted mi obra de forma tan precisa y sin partitura?

- Maestro, porque soy su admirador desde que tengo uso de razón.

Como premio a este comentario, Rossini le dijo a Barbieri:

- Amigo, se merece que yo tenga con usted un detalle. Venga conmigo, que le voy a enseñar mi colección de violines.

- ¿Violines, maestro? ¿Es usted coleccionista de violines?

- Cierto. Y además son violines españoles, de su país.

- ¿Españoles?

- Efectivamente, amigo. Españoles y de Trevélez para más señas.

Barbieri quedó estupefacto pues no conocía lugar alguno en España donde se fabricasen violines que fuesen considerados famosos en el ámbito musical. Rossini invitó a Barbieri a seguirlo a una habitación donde le enseñó a su colega español un armario lleno de jamones... de Trevélez, dejando a Barbieri totalmente aturdido.

Rossini pensó, en ese momento y viendo la cara de sorpresa de Barbieri... “¡Toma del frasco, Carrasco!” mientras éste, escapándosele la babilla por la comisura de los labios, miraba y olía la colección de violines que le había mostrado su maestro, embobado.

- Maestro, con esta inspiración, cómo es que ha dejado usted de componer.

- Amigo, estos violines me inspiran el alma del cuerpo, pero no el espíritu de la imaginación.

Aprovechando la circunstancia del armario abierto, Rossini, antes de cerrarlo, cogió uno de los “violines” que tenía comenzado y le dio a Barbieri un auténtico concierto de “violín”, que junto con una botella de Jerez de su bodega como acompañamiento, acabaron siendo uno de los mayores conciertos de sabor, olor y sensaciones espirituales que Barbieri nunca podría haber imaginado. “¡Toma del frasco, Carrasco!”, volvió a pensar Rossini.

Por cierto, que su principal suministrador de “violines” de Trevélez era su “caro amico” Giorgio Ronconi, famoso baritono italiano, que residía en el Carmen de Buenavista (y tanto) junto al Hotel Palace en Granada, en sus periodos de descanso.

Podría haber sucedido, como recuerdo de esta visita, que Barbieri se sintiese inspirado para componer su obra el Barberillo de Lavapies, allá por 1.874, en recuerdo del Barbero de Sevilla, de su maestro Rossini, en pago de la deuda pendiente con éste por el recuerdo imperecedero que le dejó el concierto de “violín” (de Trevélez) y “percusión” (con el palo cortado de Jerez) que le dio en exclusiva a él.




Mientras preparaba este post, escuchaba a Fanfare Ciocarlia ft. Puerto Candelaria & Maite Hontelé - Fiesta de Negritos de Lucho Bermúdez:



viernes, 21 de febrero de 2020

“!La vin compae¡”: Pio Cid (personaje de ficción creado por Angel Ganivet) en algunos momentos de su imaginaria vida, como recuerdo de su infancia en las calles de Granada.

Pio Cid, aunque personaje de ficción creado por Angel Ganivet para algunas de sus novelas, nació en alguna ciudad andaluza, igual que Angel Ganivet, y jugó con sus compañeros de la infancia por las calles de los barrios de la Granada más tradicional, lo que le llevó a enriquecer su vocabulario, probablemente, con una extensa terminología “granaína” que, seguramente, su creador no llegó a utilizar en su vida cotidiana para evitar ser tachado de vulgar o localista, pero que, sin duda alguna, remoloneaban por su cabeza en multitud de ocasiones debido a esa impronta que dan las costumbres y herencias de la infancia.

Así, que podríamos imaginarnos la situación en la que Pio Cid tuvo ese desgraciado accidente en el que algún amigo o colega de la calle le lanzara la piedra con tal desatino que le causase los trastornos siguientes que casi se llevan por delante su vida (aunque fuese de ficción). Tal suceso se podría haber narrado de la siguiente forma (nada que ver con el lenguaje que el autor de su personaje utilizara a lo largo de su corta vida o utilizase para construir sus escritos o novelas que tanta fama le dieron a lo largo de los años como precursor de la generación del 98):

Pio Cid, de niño, jugaba con asiduidad con sus vecinos en el barrio del Realejo, en Granada. Por eso se consideraba un greñúo más. Todas las tardes acudía a la placeta que había cerca de su casa y junto con sus amigos jugaba asiduamente a las bolas y conticoneso siempre se quedaban a una chispilla de encartá la canica con el buhero, tirados en el suelo e impregnándose de su esencia por todas partes de su ropa para que al llegar a casa su madre le gritara con indignación:
-          Pero Pio, ¡no ves como tas puesto el saquito!
-          Mama… ¡píllame!



Y Pio volvía a escaparse por la puerta de la casa para una nueva y traviesa aventura por el barrio con sus colegas. En una de estas salidas, una tarde, discutiendo con uno de los ezpeluznaos de una calle cercana, con los que había cierta competencia, el juego se puso un poco duro y la discusión entre los chaveas llegó un poco más lejos:
-          ¡Pio!, ¡Ven acapacá si tienes lo que hay que tener!




Le gritaba otro niño al que le debía unas pelas desde hacía tempo.
-          La vin compae, anda ya y vete al hiñaero que tienes cara de ennortao.
-          ¡Dímelo a la cara si tienes güevos que te voy a aviah!
-          ¡Tah aviao so apollardao!.
-          ¡Huyyyy, que repelú me das!
-          ¡Me voy a casa que tinmallao!
Y en esto, una piedra salió de alguna esquina dando a parar en la cabeza de Pio que lo dejó en el suelo ehnoclao.


No obstante, y al margen de la tensión del momento, los gamberros huyeron rápidamente mientras los amigos se acercaron a ver cómo se encontraba observando que estaba más pallá que pacá y con el recomello que les reconcomía, avisaron a su familia para que le atendieran lo antes posible.

La agresión resultó ser grave pues Pio no recuperó la memoria y durante muchos años se quedó con la duda de que le llevó a esa situación de su infancia.

Así podemos asignarle a Angel Ganivet la posibilidad de que, en su niñez, durante sus aventuras infantiles, pensase en multitud de ocasiones: “¡La vín compae!” y esto lo llevase toda su vida en su mente.

Nota: “La vin compae” en granadino es una expresión de estupor que se dice (o piensa) en determinados momentos y que viene a significar ¡Madre de Dios! o también, un más cercano, ¡La Virgen Santísima, compadre!

Más sobre el habla granaína en este enlace de Amando de Miguel, que aunque era Sayago (originario de Pereruela de Sayago, Zamora) también podría haber sido granaíno, habida cuenta del trabajo que hizo sobre el habla de esta tierra y que se puede consultar en este artículo:

El habla granaína.

En este artículo he visto interesante acompañarlo con algunas acuarelas mías de "Granada la Bella" como el libro de Angel Ganivet.

viernes, 14 de febrero de 2020

"¡Que me meo, que me meo!". Ysabel de Madrigal y más tarde Ysabel la Católica, mientras jugaba en el patio del castillo de la villa de Arévalo, una seca y fría mañana de Noviembre, en 1.461.


Era por la mañana temprano y, apesadumbrada por los acontecimientos que se cernían sobre su futuro, Ysabel jugaba con su hermano Alfonso y su amiga Beatriz de Bobadilla, hija del alcaide de la fortaleza, a “la Calva”.

Lo cierto es que estaba observando mucho movimiento en su casa y esto le hacía pensar en un próximo viaje con destino desconocido, abandonando su actual y modesta casa y sus buenos amigos.

Es en Arévalo donde Ysabel está pasando los mejores años de su infancia, a pesar de las estrecheces y de los males que aquejan frecuentemente a su madre, Ysabel de Portugal.

Es en estas circunstancias y debido a los grandes aborozes en el patio por los juegos de los infantes cuando apareció fray Lope de Barrientes (su tutor) envuelto en su argayo y les decía:


- Alfonso, Ysabel, Beatriz, dejad vuesas mercedes inmediatamente los juegos que urge emprender viaje mañana abuelta de los albores y hay que preparar el equipaje.

A lo que Ysabel, huyendo de fray Lope, cogió su caballo de palo, una espada y una adagara y salió corriendo gritando:

- ¡Que me meo!, ¡Que me meo!.

Y es que Ysabel, con esta artimaña tenía por costumbre escapar de los problemas y por tanto intentaba huir de su futuro incierto.

Tan mal le sentó esta abrupta respuesta a fray Lope que con agilidad la agarró del sayo y dándole un gran coscorrón le dijo con mucho disgusto:

- Non es bien que una infante de tu estirpe fable términos tan rudos como esos.

-Yo non me’xcuso de facer lo que mandares, fray Lope pero mi cuerpo pide con urgencia facer aguas menores y ya es de imaginar ca acaezra cuando fuere adentro del corral.

- Otrosí, me avedes dicho vos queredes más que las tu respuestas sean bien declaradas et acuanto más luengas que non abreviadas.

Con esta respuesta de fray Lope, Ysabel se perdió en el interior de la fortaleza dolorida por el enorme coscorrón recibido con la duda de si el daño se debía al a fortaleza del fraile, a la dureza de los huesos de la mano o al grueso anillo que llevaba en el dedo corazón de su mano izquierda y que para colmo le quitó las ganas de facer las susodichas aguas menores.

Años más tarde ya nunca más diría aquella frase tan desdichada pues aún le dolía la cabeza nada más recordarla, por lo que en multitud de ocasiones, más institucionales, pensaría aquello de "¡Que me meo! ¡Que me meo!" sin salir de sus labios ni el más mínimo sonido, si bien siempre tenía algún otro argumento en su cabeza para justificar la urgencia del trance como decir: “Quien tiempo tiene y tiempo atiende, tiempo viene que se arrepiente” y así resolvía con prontitud los negocios cuando necesitaba ir al desaguado...

Ysabel durante las Capitulaciones de Santa Fe:
"Quien tiempo tiene y tiempo atiende, tiempo viene que se arrepiente"...

Aborozes: Alborozo (Poema del Mío Cid)
Albores: Al amanecer
Adagara: Ascudo de cuero
Otrosí: AdemásArgayo: Prenda de abrigo de paño burdo que los religiosos de Santo Domingo solían ponerse sobre el hábito


Juventud de Ysabel

Mientras trabajaba sobre este Post escuchaba algo muy antiguo... pero siempre actual:
http://youtu.be/YJ9W2pZwvlY

martes, 26 de noviembre de 2019

YO, MI, ME, CONMIGO, POR MÍ, CONCHA, Y POR MI CONCHA... Concha Piquer. El Pardo, un 18 de Julio de 1.953, por la tarde, ante Franco.


Concha Piquer, quizás mejor Doña Concha Piquer, era una gran cantante y una de las mayores representantes de la copla en el mundo. De origen valenciano pero ciudadana del mundo y triunfando con su arte y su temperamento por todas partes, con sus coplas, sus películas, su carácter y su pasión contagiosa. Quizás por eso pensaba con frecuencia “Yo, mi, me, conmigo, por mí, Concha, y por mi concha...”, éste último término por su significado argentino sobre los atributos genitales femeninos...


Son famosas sus transgresiones a la moral tradicional debido a su relación con la farándula. 

Como la primera conversación que cruzó con Rafael León en el teatro Lope de Vega (antes Teatro de la Exposición) de Sevilla donde, tras acabar su actuación, éste acudió a su camerino y se presentó para saludarla:



    - ¿Es usted Conchita Piquer?
    - ¿Y usted es maricón?
    - ¿En que lo ha notado?
    - En la gorra.


No siendo esta presentación problema alguno para ser inseparables profesionalmente a lo largo de sus vidas, junto con Quiroga y Quintero, componiéndole, entre los tres, la mayoría de sus exitosas y populares canciones.

Según Doña Concha, sólo servía para cantar y cuando cantaba levantaba pasiones con su genio y su pasión contagiosa.

Mujer valiente que siempre hizo lo que le dio la gana en todas las épocas, por duras o intransigentes que fueran, “por mi concha”...
Entre todos los países en los que actuó, fue en Argentina donde su nombre era bastante singular, por el significado local de la “Concha”, cosa que no quiso cambiar bajo ningún concepto.





Es curiosa la anécdota que protagonizó con el dictador Franco, muy fan de Doña Concha, cuando el 18 de Julio de 1.953 fue invitada al Pardo a cantar junto con otros artistas, cuando, después de la actuación de todos los canantes, Franco se le acercó y le dijo si no le importaría cantar de nuevo “Ojos Verdes”, a lo que Concha, se acordó de su pensamiento favorito y le respondió:

    - Lo siento pero “por mi concha” (recordando su etapa argentina) que en este precioso momento me dispongo a merendar y que si quiere escucharme de nuevo en esa canción le reservaré un palco en el teatro donde actúo y no tendré inconveniente en complacerle.

Franco, entendió realmente “Por mí, Concha” y le respondió:

    - La entiendo, siendo como es usted, “por sí misma”, llegará muy lejos.

Y ahí quedó todo, gracias a Dios.


Mientras redactaba este post, escuchaba Ojos Verdes de Concha Piquer, ¡como no!.



miércoles, 23 de octubre de 2019

“COÑAZO DE BIGOTILLO”, Stan Lee un frío invierno de 1.944, en Manhatan, mientras meditaba sobre qué hacer en su vida.

Cierta tarde de diciembre de 1.940, el joven Stan Lee, sin medios económicos ni recursos, paseaba, sin destino, pensando en su futuro incierto como dibujante... Deambulaba por Manhatan buscando un lugar donde tomarse una copa para entrar en calor.

El frio le tenía atrapado y aterido. Sólo el moqueo constante de la nariz, que le obligaba a limpiarse el “bigotillo” que se acababa de dejar hacía unas semanas, con el envés del guante de la mano izquierda. “¡Coñazo de bigotillo!” pensaba constantemente...


Encontró un tugurio, con forma de bar y entró a tomarse algo.

- Un whisky, por favor, ¡a ver si el frío remite!
- ¡Pues cuidado con el goteo que le está robando el sentido arácnido de los pelillos del bigote.

Comentó el camarero, bar-man, con cierto sentido del humor.

Esto le hizo pensar a Stan... “¿Sentido arácnido?, ¡Coñazo de bigotillo!” y volvió a repasarse el goteo con el guante...

El bar no era demasiado limpio y se observaban telas de araña por las esquinas, lo que le incitaba a no entretenerse demasiado en un lugar tan inmundo.

Mientras se tomaba el whisky, a pequeños sorbos, meditaba que ese sentido arácnido de las arañas se lo provocaban los pelillos de su cuerpo, según le comentó el peluquero, hair-man, esa mañana cuando visitaba la peluquería.

Para el hair-man, las arañas, gracias a los “pelillos”, pueden presentir los terremotos antes de que sucedan, como hacen los perros, pero sin ladrar, por lo que nadie se entera y por lo tanto, no sirve para nada... o localizar el rumbo más adecuado para conseguir su mejor destino,

Quién sabe si esa cualidad de los perros se la deben a los “pelillos” del hocico.

En la peluquería eran unos auténticos expertos en “pelillos”.

Cuando salió del bar, siguió caminando hacia su apartamento y repasándose la “gotilla” de la naríz en el “coñazo de bigotillo”, encontrándose en el camino, ya tarde, un cartero, post-man, que iba buscando una dirección para entregar una carta urgente. Stan pensó si el cierto sentido arácnido le facilitaría al hair-man localizar el rumbo de su destino con más facilidad.


Más tarde, un poco antes de entrar en el edificio de su apartamento, se cruzó con borracho, drunk-man, que casi se le echa encima, justo cuando se estaba limpiando el goteo...”coñazo de bigotillo”.

Seguro que si el drunk-man hubiese tenido cierto sentido arácnido, como el que le proporcionaba a las arañas los dichosos pelillos, no habría tropezado con él.


Justo cuando subía las escaleras hacia su apartamento, estuvo meditando sobre el bar-man, el hair-man, el post-man o el drunk-man y los pelillos de las arañas, lo que le proporcionó ideas muy interesantes para crear nuevos personajes, ya que necesitaba apoyarse en ellos para poder afrontar su futuro con cierta seguridad, por lo que entró en su apartamento y, antes de hacer nada, decidió eliminar de una vez el “coñazo de bigotillo” en el aseo y, después, tras tomarse un café caliente, se puso a preparar bocetos de super-héroes como el bar-man, el post-man, el hair-man o el drunk-man, con los que se había cruzado y que le habían inspirado durante el paseo nocturno.

Al día siguiente, se llevó todos sus bocetos e ideas al editor, pero éste, con muy malas formas, le dio largas, pues no veía nada interesante en ellos.

Stan Lee salió muy decepcionado de esta reunión. Pensaba que con la noche tan productiva que pasó, no había sido capaz de crear ni un sólo personaje interesante. Seguro que fue culpa del “coñazo de bigotillo” y de los pelillos de las arañas...

Años más tarde, sobre 1.962, cuando el nuevo bigotillo adornaba su faz, y tenía ya cierta experiencia, casualmente creó un nuevo personaje, Spider-man, que le llevó a la fama y tras meditar sobre esto, siempre se preguntó como no había caído antes en un personaje similar tan fantástico...

Seguro que al afeitarse el “coñazo de bigotillo” perdió la inspiración. Stan nunca lo recordaría.

Curiosamente, Spider-man, no heredó el “coñazo de bigotillo”, pero sí el “sentido arácnido”.


Mientas redactaba este post, escuchaba a Careless Whisper.